Si algo ha logrado el sistema capitalista contemporáneo es convertir nuestras demandas en objetos de consumo. Por eso hoy no puede asombrarnos que existan feminismos al servicio no sólo de los Estados y sus aparatos represivos, sino de las corrientes más reaccionarias del Mercado. Y dentro de todo este panorama se impone una serie de prácticas feministas o declaradas como tal, que resultan incapaces de forjar un análisis estructural profundo de nuestra sociedad y se limitan a activar en función de demandas claramente dictadas desde los grandes medios de difusión y centros de poder. Me refiero más específicamente a temas como el acoso callejero, que abordado desde una perspectiva elitista y paternalista, ha servido para la implementación de políticas institucionales orientadas a la estigmatización del obrero y a una mayor policialización de los espacios públicos. Ni el mass media ni el feminismo pop podrían ir más allá, no podrían poner sobre el tapete temas tan trascendentales como la explotación del cuerpo femenino en el mundo de la reproducción capitalista.
Este 8 de marzo se llevó a cabo un nuevo llamado hacia el denominado Paro Internacional de Mujeres. Este llamado a huelga —a pesar de lo ineficaz en cuanto al objetivo fundamental de paralizar la producción— constituyó un avance en las discusiones del feminismo actual, pues evidencia que somos también pieza fundamental para la acumulación del capital y tenemos plena conciencia de ello. Nuestro deber entonces es sostener y profundizar ese análisis en todos los escenarios organizativos, de modo que nuestras acciones como movimiento de mujeres vayan haciendo un peso trascendental y determinante en la lucha anticapitalista que se desarrolla hoy por la defensa de los derechos sociales más elementales, así como de los territorios urbanos y rurales. Los primeros, sometidos a políticas de control social que imponen la presencia de cada día mayor cantidad de policías uniformados y de civil que atentan contra la seguridad y la vida de trabajadoras ambulantes, inmigrantes y personas racializadas. Los segundos, sometidos al despojo de las industrias extractivistas y agroexportadoras, que imponen condiciones laborales precarias para sus trabajadoras y además hunden a las comunidades en conflictos socioambientales catastróficos.
No obstante, resulta importante visibilizar también que no pocas mujeres organizadas y dispuestas a reflexionar desde el feminismo, plantearon de forma oportuna su posición crítica de la huelga de mujeres como agenda colectiva impuesta desde el feminismo hegemónico. Lo han hecho señalando que las condiciones de precariedad laboral, dependencia económica y opresión que pesan sobre muchas de ellas, imposibilita la consideración de una huelga como estrategia. Son mujeres indígenas, pobladoras, inmigrantes, racializadas, quienes señalan con razón que la huelga pueden realizarla hoy sólo algunas mujeres pertenecientes a estratos medios, al ámbito universitario o de la tecnocracia, donde la huelga —lejos de ser mal vista— puede ser instrumentalizada por esas estructuras de poder.
Como anarcofeministas reconocemos la importancia histórica de la huelga como estrategia de nuestra clase para la conquista de mejoras sociales. Sin embargo también señalamos que sin un trabajo previo de profunda propagación de ideas y consolidación de estructuras organizativas para la defensa de nuestra clase, una convocatoria a huelga hecha desde las cumbres del privilegio neoliberal, no tiene cabida hoy más que en lo meramente performativo. Nuestra experiencia nos dicta que sólo el trabajo político de largo aliento podrá en algún momento favorecer las condiciones no sólo para una verdadera huelga general sino para una transformación radical de todas las estructuras sociales. Por ello, sabemos que cualquier adhesión a este tipo de convocatorias ha tenido apenas un carácter simbólico útil para asentar temas a los cuales el feminismo hegemónico ha venido dando largas. Nos referimos precisamente a temas vinculados con la estructura capitalista que impone la doble explotación para la mayoría de nosotras. El riesgo que corremos, sin embargo, es el del desgaste de los significados, un mal propio de nuestras sociedades contemporáneas. De allí que debamos permanecer alerta ante las políticas de apropiación de nuestras luchas.
Sin lugar a dudas, la comprensión del trabajo doméstico como un trabajo generador de plusvalía para el capital, debe conducirnos a la profundización de la lucha anticapitalista hermanada a una perspectiva auténticamente interseccional. Una perspectiva que pueda hacer frente a la devastación de los territorios y sus consecuentes fenómenos migratorios, al despojo de nuestros derechos sociales y recursos naturales. El movimiento de mujeres debe trascender la denuncia de los síntomas y avanzar hacia la destrucción de las bases del conflicto mayor: nuestra doble explotación. La discusión sobre el trabajo doméstico no pagado y fundado sobre la héteronorma patriarcal, debe ser el eje de nuestras demandas para que ellas no sean presa fácil de la utilización oportunista de los poderosos y sus medios de difusión y sea sí, nuestra posibilidad definitiva de sumar fuerzas con todo el movimiento anticapitalista.
Las anarquistas hemos constatado históricamente cuánto daño genera la apropiación por parte de las estructuras de poder de nuestras estrategias, discursos, símbolos y objetivos. Nos negamos a que fechas como el 8 de marzo, cargadas originalmente de todo el ímpetu libertario de nuestra clase, sea convertida en un día para el desfile de tecnócratas neoliberales y aspirantes a tecnócratas, capaces de actuar como viles policías ante las compañeras que no conciben entre sus estrategias el marchar con una corona de flores en la cabeza y una bolsa de chaya en las manos. Nos negamos a que la huelga revolucionaria sea convertida en el unicornio violeta de las estructuras institucionales. Por ello, este 8 marzo, nuestras voces alcanzaron la marcha de mujeres para decir que siempre hemos estado y que seguiremos estando y siendo las voces más incómodas porque…
NUESTRO FEMINISMO
ES CONTRA TODA EXPLOTACIÓN
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